Por:
José Ignacio Torreblanca EL PAIS
Odias la
ciudad, está llena de gente y
coches, pero no
tienes más remedio que aguantarte. Te gustaría vivir en el
campo, pero no
puedes: los coles de los niños, tener a mano la familia, tampoco quieres
pasarte toda la vida en el coche. Te encanta la naturaleza y la vida al
aire
libre, te gusta la
montaña, subir, bajar, correr y tumbarte, lo que sea, por la
mañana o por la tarde.
Tienes dos perras, una es una Border Collie, la otra,
recogida, la describimos como “Border Chuchi”. Te hacen feliz, te mantienen en contacto con
la naturaleza. Son deportistas, como tú, y como tú, soportan la ciudad a duras
penas. Entre semana tienen que ir atadas, por las aceras es obligatorio, en los
parques también es obligatorio llevarlas atadas. Buscas sitios donde soltarlas,
y cuando lo haces miras a tu alrededor como un delincuente, no te vayan a pillar.
Sabes, lo has visto, que hay países más civilizados donde los perros pueden ir en el metro, en
el autobús, entrar en las tiendas y, en general, poder ser lo que son: compañeros
("mascotas" no me gusta). En fin, que tener perro en este país es ser
un apestado, cosas del subdesarrollo.
¡Pero mañana es domingo! Todo eso quedará atrás. El plan es
impecable: te levantas a las siete de la mañana y te pones en marcha. Así serás
de los primeros en llegar a la montaña y disfrutarla antes de que se llene de gente. Cuando llegas al Valle
de la Barranca, tras 50 kilómetros de coche, hace frío, unos 8 grados. Pero
merece la pena: hay silencio, el aparcamiento está vacío, sólo unos cuantos
montañeros y algún otro pirado como tú, con sus zapatillas de trial, el
pantalón corto y la cartuchera con una botella de agua y dos barritas energéticas.
El plan es subir trotando hacia la Bola del Mundo y bajar
corriendo, escuchando tu respiración y las pisadas rápidas de tus perras,
felices por el frescor y los miles de olores que el bosque les devuelve. La luz de la mañana es
increíble, se ve toda la sierra norte de Madrid, desde el Escorial a la
Pedriza, y al final, de la bruma, salen las puntas de las cuatro torres
Espacio. La primera luz de la mañana se desparrama por las rocas de granito,
las jaras están todavía húmedas, y los enebros frescos.
¡UN MOMENTO! No puede ser. El cartel es rotundo. "¡PROHIBIDO PERROS SUELTOS!" Es curioso que de todas las prohibiciones que
hay en el cartel, está es la que ha habido que destacar especialmente. El
mensaje está claro: llevar un perro suelto es peor que circular en coche por un
parque natural, arrancar flores, recoger setas, tirar basura, hacer fuego o acampar.
Todas esas amenazas ecológicas son de segundo orden: lo verdaderamente
amenazante es un perro suelto, un arma, al parecer, de destrucción masiva
ecológica.
Por supuesto, me niego a respetar la prohibición: si
este post sirve para autoinculparme ante las autoridades, que así sea. Pongo de
testigo de que incumplo la norma a unas vacas, que miraron impasibles a mis
perras mientras estas se acercaron con prudencia a olerlas y, con más valor probatorio, a un caminante que
me reconvino por mi incívica conducta. "Tiene que atar a los perros",
me dijo con tono agrio y enfadado.
Le podría haber dicho mil cosas: que era un discapacitado emocional incapaz de sentir nada por un perro,
que era una ecologista de pacotilla por no amar la naturaleza en todas sus formas, o que era un ser humano incompleto, pero me
callé y continué mi trote, dejando que el frescor de la mañana me llenara de paz. Y lo hice por dos razones: una, porque el represor que me reconvenía no entendería nada, dos, porque era evidente que yo
era mucho más feliz que él. Gracias a mis perras por, paradoja final, hacerme más
humano.
NOTA DE LA COORDINADORA SOBRE EL AUTOR: José Ignacio Torreblanca es
profesor de Ciencia Política en la UNED y director de la oficina en
Madrid del European Council on Foreign Relations. Experto en temas
internacionales y europeos, podemos leerle cada viernes como columnista de EL PAÍS y también en el blog Café Steiner. Pero sobre todo es el orgulloso compañero de vida (y de carreras) de dos border collie guapas a rabiar.